El sueño de la cura de la fibromialgia.

Deseo relatar el infierno que ha sido para mí la fibromialgia. No me quedaba claro si era la sábana que se había convertido en una losa de cemento, o si se me había caído la casa encima, las piernas estaban atrapadas, no sólo porque no podía moverlas, sino porque, el que imagino que es el espacio inexistente entre los huesos y los músculos, dolía; pero decir dolor, de acuerdo a mis parámetros usuales, era un calificativo ridículo, era un dolor rabioso, inmovilizante, profundo, sordo, aunque parezcan tipos contradictorios. Lo primero que uno piensa cuando hay  puntos dolorosos en el cuerpo, es que hay una enfermedad ahí: si me duele la ingle, es apendicitis; si me duele el pecho, es un infarto; si me duele el vientre, es una úlcera.

El problema es que, cuando el dolor es masivo, invasivo e invasor, y te encuentras inmóvil bajo las sábanas, eres incapaz de imaginar qué te pasa y aparece otro elemento: el terror. Y encima se agrava si tenemos en cuenta que la cura de la fibromialgia no se conoce, al menos no está oficialmente reconocida. Ese fue mi primer enfrentamiento con la fibromialgia, aunque en ese momento no tenía ni la más remota idea de cómo se comía ese bicho. Tardé en poder reunir fuerzas para salir. que digo salir: para arrastrarme de la cama hasta el baño. Busqué en desesperación los analgésicos tradicionales que todos tenemos en casa y me zampé tres pastillas del que pensé que era el más fuerte.

 

Tal vez instintivamente, abrí la llave del agua caliente de la tina, y dejé que se fuera llenando conmigo adentro, y aunque sentía la piel ardiendo conforme me llegaba y me cubría las piernas, empecé a sentir un cierto alivio: el dolor era menos insoportable. Pasaron muchos minutos, y fue ahí cuando me volvió a invadir el miedo, pues te das cuenta que el dolor tiene un alcance tal, que abotaga el cerebro, lo aniquila, lo aplana. Necesitaba saber qué me había pasado durante la noche, que había provocado ese ataque. Al mismo tiempo pensaba una y otra vez en que tendía que haber alguna cura de la fibromialgia; algo que pudiese curarla.

 

Todos los que padecemos fibro, pensamos muchas veces, todo lo que daríamos por conseguir la cura de la fibromialgia. Cuando amaneció y el agua de la bañera había quedado sólo tibia, logré salir, mal vestirme y volver a la cama, a esperar que en casa despertara mi familia y que fuera una hora prudente para llamar al médico. A ninguna de las preguntas del médico pude responder afirmativamente: ¿te caíste anoche?;  ¿hiciste mucho ejercicio ayer?; ¿dormiste con la ventana abierta y sin cubrirte?. No, nada de eso había pasado, el resto, él lo sabía: no tengo antecedentes reumáticos ni artríticos, no tengo todavía edad para la osteoporosis, no pero sin embargo dolió y seguía doliendo. Me pidió que fuese a verlo. Fui y me revisó. Se me quedó viendo y, con algo que hoy, con el tiempo, me parece que era una especie de sonrisa velada, me dijo: -pues no veo que tengas nada mal, tómate estos analgésicos y este ansiolítico, y veamos cómo vas en unos días; no existe ninguna cura de la fibromialgia. Como ya dije, ese fue mi frontal y primer encuentro con la Fibromialgia, así con mayúscula, pero eso no quiere decir que supe que el enemigo se llamaba así en ese momento.

 

Por desgracia, lo supe mucho tiempo, más bien, muchos dolores después. Puede parecer exagerado para el mundo exterior (es decir aquellos que no sufren esta enfermedad), decir que fueron  años de un horrible calvario, pero puedo asegurar que sólo aquellos que padecen de esta aplastante, aunque no siempre invalidante enfermedad, me entenderán, porque, desde luego, yo los entiendo a ellos; y la desesperación que provoca tratar de asumir que la cura de la fibromialgia tardará años en llegar. Tuve que pasar larguísimas horas en cama, confundiendo el día con la noche, tuve que perder días enteros de trabajo, tuve que confrontar a mi familia y amigos que me tildaban  de chiflada, tuve que atiborrarme de analgésicos sin ningún resultado, tuve que sufrir Fatiga Crónica; pues aseguro: ¡dolía, y mucho!, como alguien dijo: “la Fibromialgia es un dolor que se extiende a lo largo del cuerpo y a lo ancho del alma”.Finalmente después de recorrer cualquier cantidad de médicos, chamanes, acupunturistas, masajistas, quiroprácticos, naturistas, etc.

 

Caí con un reumatólogo, que por fin me dijo el nombre de la bestia: f¡ibromialgia! No sé si puedo decir que me sentí aliviada, pues lo dolores seguían apareciendo abundantes y contundentes, pero por lo menos había alguien que no me decía que estaba loca, o que exageraba, o que  era sicosomático, o que eso se llamaba histeria. Simplemente me dijo que era algo de reciente catalogación, aunque de muy antigua existencia, que no había cura  de la fibromialgia y que no había un remedio mágico para quitarla. En ese momento no supe muy bien si prefería la duda de que fuera un invento de mi malsana y atormentada cabeza y que yendo con un siquiatra me mejoraría, o la certeza de una enfermedad catalogada, registrada y, que requiriera de, vaya usted a saber, qué tantos tratamientos, curas, bastones y apósitos. Pero la realidad es una, por mucho que el ser humano se esfuerce en darle vueltas para que parezca otra cosa: tenía fibromialgia ¿y ahora?.

 

Este médico, tuvo el buen juicio de explicarme que, si quería mejorar mi estado, no podía simplemente tomar un medicamento x, sino que tenía que llevar a cabo una serie de medidas, acciones y cambio de hábitos, así como utilizar artículos especialmente diseñados para aminorar la dolencia, para que, en conjunto, se pudiera combatir el mal. Fue entonces cuando supe que, entre otras muchas causas, la alimentación puede empeorar gravemente la Fibromialgia. Este bendito médico, me dio una lista de los alimentos que, en principio, no debían causar agravamientos de la enfermedad, pero que no había una ley escrita e inflexible, lo único era la prueba y el error: come esto, y veamos cómo te va… come aquello, y a ver si no te cae mal. Así que empecé a experimentar los alimentos de esa lista, por cierto muy reducida, de alimentos que no debían de exacerbar los dolores. Otra cosa que me dio, fueron suplementos alimenticios que también ayudaron importantemente a ir disminuyendo los dolores.

 

Las consecuencias emocionales de la fibromialgia, con los años fueron apareciendo, sobre la ansiedad y la depresión que me producía, muy especialmente en las épocas en las que el dolor era más fuerte y limitaba más mi calidad de vida. Luego comencé a tener actos compulsivos, son manías que tenía como por ejemplo tener que comprovar que las ventanas estuviesen cerradas y las persianas bajadas antes de irme a dormis y cosas y así. Luego descubrí que eso tenía un nombre y era TOC o trastorno obsesivo-compulsivo,

 

El problema era doble, porque ahora además de la fibromialgia, también tenía la urgencia de saber cómo curar el TOC y la culpa que este me producía, puesto que este también me afectaba gravemente a mi calidad de vida. Lo peor era la en gran medida la gran culpa que me producían algunos de los pensamientos irracionales que tenía.

 

Eso me llevó a ir a un psicólogo, y con él cambió totalmente mi comprensión de todos mis problemas. El psicólogo me comentó que él creía que no únicamente el TOC, sino también la fibromialgia, habían sido provocados por una larga etapa de estrés y angustia profundos: un divorcio muy conflictivo, un cambio de casa, una especie de huida hacia adelante, un abandono de una buena parte de la familia, un cambio de actividad y de mundo. En pocas palabras el derrumbamiento emocional que, por desgracia, acontece cuando se nos junta todo lo malo en un solo momento.

Toda esa trayectoria de conflictos emocionales, aunado a una dieta de alimentos precocinados muy popular, y que había estado siguiendo las dos semanas previas al ataque, fue el detonante de mi desgracia fibromialgica. Con el psicólogo fui mejorando bastante, tanto a nivel del trastorno obsesivo-compulsivo como a nivel de la fibro.

Por otro lado, gracias al reumatólogo que me diagnosticó y recomendó varias acciones a seguir,  mi mejoría se fue ampliando de forma lenta pero progresiva. Me explicó que muchas veces los que padecemos esta enfermedad soñamos que se inventa una cura de la fibromialgia, y lamentablemente eso no siempre es así. Pero casualmente, la semana pasada descubrí esta página web  llamada cura de la fibromialgia, que abre una puerta a esta posibilidad, pues habla de la Teoría del Síndrome de Miositis Tensional o SMT, desarrollada por el médico catedrático en rehabilitación John E. Sarno, y posteriormente ampliada por el terapeuta Monte Hueftle. Hablan sobre una hipótesis de reducción del aporte sanguíneo a algunas partes del cuerpo a través del Sistema Nervioso Autónomo. Creo que el simple hecho de leerla puede darnos otro punto de vista sobre la fibromialgia.

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